La raza Holstein tiene como sus ancestros más remotos los animales negros de los bávaros y los blancos de los frisios, tribus que hace cerca de 2.000 años se ubicaron en el delta del Rhin.
Por sus características únicas de color, fortaleza y producción, la Holstein empezó a diferenciarse de las demás razas, y pronto comenzó a expandirse por otros países, empezando por Alemania, y desde hace acerca de 300 años está consolidada en lugar de privilegio en el hato mundial por su producción y su adaptación a diferentes climas.
La historia atribuye a Winthtrop Chenery, un criador de Massachussets, la introducción de la raza a tierras americanas, al haberle comprado en 1852 al capitán de un barco que atracó en Boston, la primera vaca Holandesa, con cuya leche la tripulación del navío se alimentaba durante la travesía desde Europa.
El entusiasmo y la acogida de los ganaderos hacia los animales Holstein fueron totales que en 1861 ya pastaban en las praderas de Estados Unidos 8.000 ejemplares. De ese pie de cría descienden lo más de 8.5 millones de cabezas registradas en ese país.
En los diez años siguientes se produce el arribo a Colombia de cinco toros y dos vacas procedentes de Holanda, en un par de importaciones, así: en 1872, tres machos y una hembra, por parte de Eustacio Santamaría; y dos toros y una vaca, a cargo del gobierno del Estado de Cundinamarca, en 1875.
Al parecer, José María Rocha Castilla fue el primer ganadero en traer animales Holstein desde Estados Unidos, a comienzos de 1900.
Como hecho curioso, en 1922 y 1928, Jorge Molina trajo dos toros de Perú y uno de la zona del canal de Panamá. Y desde Francia, David y Eduardo Puyana también importaron Holstein, al lado de algunos ejemplares comprados en Holanda.
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